A mí que no me hablen de reacciones químicas ni de nada. Yo quiero creer que es magia. Para mí es magia ese bollito suave que tengo entre mis manos, que formé con la levadura, los huevos, la harina, la leche y la manteca. Lo amaso mientras vuelo por mundos lejanos. Es raro, pero siempre son buenos los pensamientos cuando amaso, son buenos los recuerdos y los proyectos; la imaginación trabaja al ritmo de mis manos, crece como la masa, se va expandiendo lentamente. Y cuando el bollo me llama, inmenso, perfumado, hecho una esponja, me encuentra perdida en un mundo de sueños, embobada, sonriente. Lo estiro, lo corto, le doy forma. Creo que percibe mi gusto porque siempre me responde, sigue creciendo al calor de la cocina y termina regalándome su aroma increíble, irresistible.
En esos pancitos que están sobre la mesa, en su corazón tierno, están encerrados mis sueños. Pero extrañamente, cuando los veo deshacerse en las bocas de las personas queridas, no siento que desaparecen mis ilusiones, al contrario, sé que ellas van a sentir en su interior el encanto de creer posibles sus fantasías; como me ha pasado a mí cuando amasaba. Y es así. Porque lo veo en sus rostros, en sus gestos, en ese destellito de sus ojos. Entonces solamente sonrío en silencio.
Tal vez pensarán que estoy perdidamente desquiciada. Puede ser, no lo sé. Pero díganme...¿qué química puede explicar esto? ¿no es magia?
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