
Recuerdo que sí…sí, fue el abuelo quien me contó por primera vez la leyenda de Anahí. Y fue en el parque Alem, y seguro, en octubre.
Se sabe que la imaginación de los niños puede hacerlo todo, pero ¿qué me dicen del estímulo? El abuelo narraba de esa forma que te lleva sin esfuerzo por los caminos mágicos de la fantasías.
Nos sentábamos en las raíces del viejo ombú y, lentamente, el parque se animaba. Las golondrinas llegaban con su abultado diario de viajes e intercambiaban historias con los árboles centenarios; éstos son muy sabios, durante siglos han escuchado lo que abuelos y niños se contaban. En el borde de la fuente escuché al agua del río marrón, que veíamos al otro lado de la calle, diciéndome cómo llegaba cristalina a la boca de los sapos.
Las flores casi no recordaban nada, efímeras y vanidosas, estaban siempre entretenidas dejándose seducir por el aberrojo y su promesa de inmortalidad.
Pero hubo una flor que me atrajo muchísimo, una flor carmesí, firme, fuerte, unida en racimo con las hermanas de su raza guaraní. Una flor que me contó de Anahí. Sí, únicamente el abuelo puede haber hecho que el propio ceibo me contara la leyenda de Anahí. Escuchada y desmenuzada mil veces en la escuela, con esa manía que tiene la escuela de ir hasta el esqueleto de las historias, morfología, ortografía, sintaxis, la leyenda del ceibo jamás deshizo su embrujo en mí.
Soy obsesivamente puntual, sin embargo en octubre es casi seguro que llegue tarde a muchas citas. Es que hay cientos de ceibos en mi ciudad y es más fuerte que yo, cuando paso frente a uno tengo que detenerme, sentir su corteza, mirar detenidamente las gotas de sangre arracimadas, quedarme un rato escuchando la cautivante voz de Anahí. La dejo que me cuente que la valentía y la fuerza que ponemos en defender los ideales nos trasciende, alguien se sentará bajo su sombra en el futuro.
Juro que no te busqué. No me acuerdo de haberte tecleado ni elegido en el momento que creé el blog. La elección debo haberla hecho aquella mañana en el parque. Juro que cuando miré la barra de direcciones ya te habías instalado...y dice mi fantasía que solito te acomodaste ahí, y que fue para que todos sepan que nos pertenecemos.
Ah...las flores de la foto son del ceibo de mi vereda.