martes, 2 de enero de 2007

Enero en Cosquín

Los últimos días de enero mi tierra se viste de fiesta; suena a fiesta; come, bebe y baila fiesta. Ella busca un lugar entre las sierras coscoínas, se pone sus mejores ropas y lleva todo lo mejor que tiene, que acumuló durante siglos, que heredó de sus ancestros, para mostrarlo durante nueve lunas y nueve soles a orillitas del Cosquín.

Como no querer estar ahí. Vivir las calles con los compatriotas que llegan desde el litoral de sus ríos, sus volcanes, su cordillera, sus cerros, sus llanos, su puna, sus costas, sus selvas, sus bosques, sus lagos, sus glaciares. Todos estamos ahí compartiendo la misma pasión....y se nota. Se nota en la alegría, en la obra de cada artesano, en la garganta de cada cantante, en la cuerda de cada guitarra, en el pliegue de cada bandoneón, en los pies de cada bailarín, en cada aroma que inunda el aire

Vas desde la plaza a la feria, desde la feria a las peñas, desde las peñas a la plaza. Todo es lo mismo. Mi tierra....mi tierra. En cada esquina una guitarra, en cada esquina un patio de baile. En algún lugar, en algún rincón, te amanecés.

Caminás esas calles y querés atrapar con tus sentidos los colores, los sonidos, los olores.

Cuando el día empieza a recortar la silueta de los cerros sobre el cielo, nadie piensa en dormir todavía; los desayunos hablan de la noche que pasó y de la que vendrá, y de las tardes en el río donde la fiesta sigue.

Si nunca estuviste ahí, si nunca lo viviste, puede ser que no te importe. Pero si una vez, tan sólo una vez pisaste Cosquín en enero, jamás te librarás de ese embrujo. Te enreda, te amarra...y te hará volver.

Mi tierra se va a Cosquín y yo la acompaño. Disfruto con ella, la veo, la escucho, la bailo, la como, la bebo....la amo.

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