
“que tomen nota los historiadores; el autor de la segunda conquista de América es un catalán que dispara canciones” Eduardo Galeano
En el noviembre más caliente de la ciudad, éste que superó las marcas de setenta y tres años, llegó el Nano a Rosario. Martes 25, a las 20, sensación térmica 43º. El teatro estaba colmado media hora antes del recital y ya se empezaba a notar el malestar de la gente porque la instalación de aire no funcionaba. Tengo una resistencia al calor que me asombra; no sé si por eso o por el motivo de estar ahí, permanecí en silencio, inmóvil en la butaca mientras la ropa se pegaba en mi cuerpo al punto de sentir la necesidad de escurrirla. Entretanto la gente reclamaba a gritos (recién a la salida pudimos saber que el sistema eléctrico de la ciudad había colapsado). La hora se acercaba y a mí lo único que me importaba es que no se malograra la noche. A las 21 en punto Miralles se sentó en el piano en medio del griterío; entre las bambalinas lo pude ver a él, esperaba, pensaba; yo suplicaba y sentía que las mariposas se habían escapado de mi estómago y me producían un cosquilleo inquietante, agradable, que me recorría entera.
En el noviembre más caliente de la ciudad, éste que superó las marcas de setenta y tres años, llegó el Nano a Rosario. Martes 25, a las 20, sensación térmica 43º. El teatro estaba colmado media hora antes del recital y ya se empezaba a notar el malestar de la gente porque la instalación de aire no funcionaba. Tengo una resistencia al calor que me asombra; no sé si por eso o por el motivo de estar ahí, permanecí en silencio, inmóvil en la butaca mientras la ropa se pegaba en mi cuerpo al punto de sentir la necesidad de escurrirla. Entretanto la gente reclamaba a gritos (recién a la salida pudimos saber que el sistema eléctrico de la ciudad había colapsado). La hora se acercaba y a mí lo único que me importaba es que no se malograra la noche. A las 21 en punto Miralles se sentó en el piano en medio del griterío; entre las bambalinas lo pude ver a él, esperaba, pensaba; yo suplicaba y sentía que las mariposas se habían escapado de mi estómago y me producían un cosquilleo inquietante, agradable, que me recorría entera.
Al minuto Serrat avanzó al centro del escenario y dijo:
“Tengo un amigo torero que dice, lo que no tiene arreglo no tiene arreglo, y además es imposible. De las posibilidades que tenemos hoy haremos la que ustedes manden, un foro de discusión sobre el problema que nos aqueja, o un encuentro de charla y canciones que he esperado ansioso tener con ustedes”
Quién si no el genio de el Nano podía lograr el silencio absoluto.
“Tengo un amigo torero que dice, lo que no tiene arreglo no tiene arreglo, y además es imposible. De las posibilidades que tenemos hoy haremos la que ustedes manden, un foro de discusión sobre el problema que nos aqueja, o un encuentro de charla y canciones que he esperado ansioso tener con ustedes”
Quién si no el genio de el Nano podía lograr el silencio absoluto.

Historias que lo ligan a esta ciudad, a la vida, a los amigos, a su lugar, a sus amores, a sus raíces, a sus admiradores, se fueron sucediendo hechas charla y canciones. Cómo pudo ese hombre hacer de ese teatro, donde no cabía un alfiler, un espacio íntimo, lleno de magia y emociones ¿Será que el conquistador, íntegro, sencillo y seductor se mostró conquistado, cautivado por su público?
Cuando la camisa que llevaba comenzó a tornarse húmeda y oscura, y alguien se acercó, supongo que para sugerirle que la cambie, o tal vez un descanso, contestó “No, sudamos todos juntos”. Sin embargo todos sabíamos que se encontraba en desventaja bajo la luz potente de los focos.

Ay, los años pasan y nos sigue sorprendiendo. Ya no sólo me mojaba el aire, me mojaban mis ojos. Y haciendo honor a “ese instante que somos” las letras, conocidas de memoria, se resignificaban en este hoy. Por una noche fui Lucía, Penélope, bella del metro, me senté a orillas del Mediterráneo, sangré para la libertad, lo imaginé Joana, me sentí su cómplice en todo, dormí con todas a su lado y nos fuimos por los tejados buscando a Joaquín, viví la fiesta de ese momento en que cada uno fuimos cada cual. No recuerdo haber tenido calor ni frío, pero sí felicidad. Y cuando llegó el final, deseé el reencuentro con toda mi voz, para que lo sepa. Volvé pronto Nano.

Verán que por primera vez no hice caso y llevé la cámara. La primera vez que le tomo fotos a Serrat ¿Pueden creerlo? Por ser obediente muchas veces me he sentido una tonta viendo que todos, a mi alrededor, lo fotografiaban. Pero fui prudente, pocas y sin flash.