Él me llevó a su Isla Negra, y en el camino me regaló a Valparaíso. No alcanzan las palabras para contarte, no alcanzan los días para recorrerte, no alcanzan los ojos para guardarte, no alcanza el alma para contenerte Valparaíso...
Colgada de tus cerros, la vida hipnotiza, bulle entre la bahía y el cielo, sube y baja tus senderos...más allá, más allá. Qué voy a decir yo mejor que tú lo has dicho Pablo Neruda. Pondré aquí tus palabras, espléndidas, magníficas, pondré lo que, insuficientemente, mi cámara quiso detener; pero esa “Joya del Pacífico” que nunca se borrará de mis recuerdos no se puede percibir en un texto...hay que sentirla, verla, oírla, y aún así apenas se intuye su vitalidad.
Cuarenta y cuatro cerros modelan un gigantesco anfiteatro frente a la Bahía de Valparaíso. Toda la población vive en ellos. Desde la costa uno siente ese magnetismo de color y energía que hace imposible no querer treparse a su existencia. Y allá fuimos, a recorrer sus sinuosas calles, a maravillarnos con su arquitectura.
Sorprende el ajustado ancho de las casas y su reducida altura. Felipe, el guía morador de los cerros, nos dice que esperemos y se le dibuja una sonrisa cuando al llevarnos por la calle posterior escucha nuestra exclamación. La casa, que veíamos diminuta, se descuelga en tres o cuatro pisos por un terreno de quince metros de ancho y veinticinco de altura...sí, no de largo, de altura. Así se adquieren los terrenos en Valparaíso, ancho por alto.
"Las cumbres de Valparaíso decidieron descolgar a sus hombres, soltar las casas desde arriba para que éstas titubearan en los barrancos que tiñe de rojo la greda, de dorado los dedales de oro, de verde huraño la naturaleza silvestre. Pero las casasy los hombres se agarraron a la altura, se enroscaron, se clavaron, se atormentaron, se dispusieron a lo vertical, se colgaron con dientes y uñas de cada abismo. El puerto es un debate entre el mar y la naturaleza evasiva de las cordilleras. Pero en la lucha fue ganando el hombre. Los cerros y la plenitud marina conformaron la ciudad, y la hicieron uniforme, no como un cuartel, sino con la disparidad de la primavera, con su contradicción de pinturas, con su energía sonora. Las casas se hicieron colores se juntaron en ellas el amaranto y el amarillo, el carmín y el cobalto, el verde y el purpúreo. Así cumplió Valparaíso su misión de puerto verdadero, de navío encallado pero viviente, de naves con sus banderas al viento. El viento del Océano Mayor merecía una ciudad de banderas”
“Yo he vivido entre estos cerros aromáticos y heridos. Son cerros suculentos en que la vida golpea con infinitos extramuros, con caracolismo insondable y retorcijón de trompeta..........Valparaíso necesita un nuevo monstruo marino, un octopiernas que alcance a recorrerlo. Yo aprovecho su inmensidad, su íntima inmensidad, pero no logro abarcarlo en su diestra multicolora, en su germinación siniestra, en su altura o su abismo” Pablo Neruda
Fascinados por los serpenteantes senderos y las escaleras sin fin nos admiramos del estoicismo de los pobladores que las trepan cada instante de su vida. “Acá están las mejores piernas de Chile” ríe Felipe, quien constantemente matiza el itinerario con su seductora chispa. “Todos los habitantes de Valparaíso tenemos vista al mar – dice. Yo también, sólo que entre mi casa y él hay quince kilómetros”
“Las escaleras parten de abajo y de arriba y se retuercen trepando. Se adelgazan como cabellos, dan un ligero reposo, se tornan verticales. Se marean. Se precipitan. Se alargan. Retroceden. No terminan jamás. ¿Cuántas escaleras? ¿Cuántos pies en los peldaños? ¿Cuántos siglos de pasos, de bajar y subir con el libro, con los tomates, con el pescado, con las botellas, con el pan?¿Cuántos miles de horas que desgastaron las gradas hasta hacerlas canales por donde circula la lluvia jugando y llorando? ¡Escaleras! Ninguna ciudad las derramó, las deshojó en su historia, en su rostro, las aventó y las reunió como Valparaíso. Ningún rostro de ciudad tuvo esos surcos porque los que van y vienen las vidas, como si estuvieran siempre subiendo al cielo, como si siempre estuvieran bajando a la creación......Si caminamos todas las escaleras de Valparaíso habremos dado la vuelta al mundo.” Pablo Neruda
Valparaíso tiene un medio de transporte único en el mundo, los ascensores o funiculares. Ellos alivian la subida a los cerros. Constituyen uno de los patrimonios culturales, sociales y turísticos más importantes de la ciudad. El que nosotros abordamos, Artillería, fue inaugurado en 1893.
Al día siguiente de este recorrido llegó Felipe al hotel y nos dijo:
- Quién se anima esta noche a un paseo sorpresa.
Los que lo habíamos conocido nos tentamos pronto sabiendo que no nos decepcionaría...qué acertada decisión!!! Con las ventanillas cerradas, ésa fue la consigna, nos dejamos conducir confiados. Cuando la pequeña locomoción se detuvo y descendimos, estábamos en un mirador sobre los cerros...así, como Neruda lo dijo, increíble, vimos brillar a Valparaíso
"¡La noche de Valparaíso! Un punto del planeta se iluminó, diminuto, en el universo vacío. Palpitaron las luciérnagas y comenzó a arder entre las montañas una herradura de oro." Pablo Neruda
La ciudad de Valparaíso fue declarada el 02 de Julio de 2003, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El 6 de mayo del mismo año había sido nombrada Capital Cultural de Chile. Esta designación es un reconocimiento de lo que significa para la humanidad toda su riqueza histórica, artística, estética y antropológica.
Y como no todo es poesía en este mundo, por qué no decir que, para alguien como yo, que vive a 800 kilómetros del mar y a quien le apetecen exageradamente sus frutos (en mi ciudad sólo se consiguen congelados o en latas), Valparaíso es el edén de la gastronomía. Toda clase de pescados y mariscos, recién sacados de sus aguas, fueron mi sustento mientras estuve en Chile. Que total para el asadito ya sobraría el tiempo.
CALETA DE PESCADORES