sábado, 20 de junio de 2009

Son los mismos, pa

MI PAPÁ EN MARZO DE 2008.


Dicen los comerciantes que el tercer domingo de junio es tu día. Sabés que a mí esas cosas me exasperan, eso de que lo que amamos tenga que tener un día especial. Y ahora no te quejes, porque también lo aprendí de vos. Mañana estaremos juntos, como todos los días. Tal vez haya más bochinche y seamos algunos más, padres con hijos lejos que vendrán a compartir; pero nada cambiará en nuestra familia. Tus hijas no necesitamos de este día para estar incondicionalmente con vos, papá.
Sin embargo algo ha cambiado en mí. Será por tanto escuchar la palabra “padre” esta semana y enojarme, será que siento que el tiempo se acorta, será que presiento que muy pronto no lo vas a entender por más que te lo repita mil veces, será que me voy a arrepentir mucho si llego tarde…que hoy lo decidí.
Dejo de lado todos mis tontos e incomprensibles pudores y te lo llevo papá. Hoy, para que lo leas tranquilo mientras tomamos unos mates juntos
.




El texto a continuación fue publicado con anterioridad en este espacio, un día cualquiera. Mi papá nunca lo leyó, hoy lo hará. Tiene 87 años, y una fortaleza de aquellas. Ha superado tres ataques cerebrovasculares con sus correspondientes rehabilitaciones. Ahora, todo está avanzando a pasos de gigante y sus limitaciones lo deprimen.


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Yo no puedo verte ahí, en la cama, fingiendo que dormís cuando me escuchás entrar. No es por nada; es que no te reconozco.- ¿Qué pasaaaa? ¿Qué pasaaaa? – te digo cantando mientras abro las persianas ¡Vamos, vamos, que el día está muy lindo para perderlo en la cama! Te tapás, apretás los ojos y me das la espalda. Ni una palabra. Ese gesto me duele. Se me clava una lanza en el estómago. Ya sé que no es por mí. Por eso me duele, porque es por vos. Si por lo menos me contaras qué te pasa; aunque lo intuyo. No puedo devolverte tus piernas firmes, la memoria, la vista clara, los brazos fuertes. Pero puedo contarte en qué los invertiste. Me acuesto a tu lado. Te sacudo los hombros.- Viejo. Mirá. Ya sé por qué estás triste. Apostaste todo y mirá lo que te salió. Abrís los ojos y te reís. Te beso y nos reímos los dos.


MI VIEJO


Tus piernas, ahora inseguras papá, son las mismas piernas que durante años caminaron desde tu trabajo hasta la puerta de la escuela para llevarme a casa, para que te viera ahí, en la vereda de enfrente, esperándome, como sosteniendo al viejo plátano. Cada día. Siempre ¿Nunca tuviste un contratiempo papá? ¿Un dolor de garganta? ¿Nunca estabas cansado? Seguro que sí pa, lo habrás tenido, pero yo no me enteré ni quisiste que lo hiciera. Yo me encontraba con tu mejor sonrisa y con aquel sentimiento que, de tu mano, todo era bueno. Son las mismas piernas que llevaron a mis hijos a su escuela; a los parques para descubrirles los secretos de las plantas y los pájaros; a la biblioteca para enseñarles, como a mí, los mundos infinitos que encierran los libros. Yo siempre ocupada papá. Papá necesito que los lleves; papá necesito que los busques; papá necesito......Y tantas veces sin esperar mi llamado, tus piernas te traían a mi encuentro para decirme:
- Necesitás que...? Querés que...?
Sí, tus piernas, ahora inseguras, fueron mi seguridad


Tus brazos, ahora débiles, son los mismos que trabajaron sobre el banco de carpintero, después de tediosas horas de oficina, para fabricarme los juguetes. El caballito de madera, la cama de la muñeca, la hamaca, el armario, mi primer escritorio, el estante de los cuentos, la cuna de mis hijos!!! Sí, tus brazos papá, fueron mi magia.


Tus manos y tu voz, ahora cansadas, son las mismas que vencieron su propio dolor para acariciar a mamá, desesperada y abatida, diciéndole: Va a salir, saldrá. Cuando los médicos dijeron: No podemos hacer nada más, sólo un milagro; tus manos y tu voz se quedaron junto a mi cama de hospital, tocándome, hablándome. Yo recuerdo entre sueños nublados la cofia de las enfermeras y los delantales de los médicos asomándose a mi cuerpo. Pero a vos papá, te recuerdo con tanta nitidez; cada vez que abría los ojos estabas asomándote a mi alma, a mis fuerzas, despertándolas, trayéndolas ¿No lloraste? ¿No caíste? ¿No desesperaste? Seguro que sí pa, pero no dejaste que lo sintiera. Y lo logramos. No lo hubiera hecho sin tus manos y tu voz.


Tu memoria, ahora escurridiza, es la misma que me llevó por los caminos de tu historia, de mi historia. Que me llevó a conocer a mi bisabuela francesa, la que te hacía el gateaux de durazno; a la bisabuela criolla, cuyo papá peleó en la batalla que lleva su nombre, dueño de esas tierras y de una inmensa fortuna que duró menos de una década en manos de sus hijos. Al abuelo José, con ese corazón grande y abierto, perdido en el alcohol; al abuelo Alberto, revolucionario, activo participante de los levantamientos campesinos, promotor de reformas y dirigente de la Federación Agraria; a la abuela luchadora y valiente que quedó sola, con ustedes pequeños, porque no dudó en salvarlos de un hogar destruido por la adicción; a la abuela campesina, que crió diez hijos, trabajando de sol a sol, mientras su hombre peleaba también por sus derechos.

Papá, tu memoria no se perdió, se escurrió en mi memoria y en la memoria de tus nietos.


Tu vista, ahora nublada, es la misma que me leyó los primeros cuentos, las poesías que me escribía el abuelo, los pensamientos que volcabas detrás de folletos porque siempre decís que hay que aprovechar el papel en bien de la ecología. Es la misma que nos vio crecer y que dejó traslucir tu orgullo. Tu vista fue mi vista papá.


Invertiste todo en nosotros, papi....tu vida. El producto no es perfecto ni nunca lo será; tal vez ni se aproxime a lo que soñaste ¿Tendrás tus dudas? ¿Tus desilusiones? ¿Tu desencanto? Seguro que sí....pero nunca nos lo dejarás ver.

Gracias viejo. Te quiero.

miércoles, 17 de junio de 2009

Noches mágicas

ENTRANDO AL ESTUDIO

En cinco minutos, cuando han salido los conductores del programa anterior, mientras la locutora lee las últimas noticias, ella se apodera del estudio. Del bolso escapan, mate, yerba, café y la torta que hace un rato preparó para agasajar a los invitados y a su equipo de la radio. Una ceremonia, que se repite noche a noche, a la una en punto de la madrugada.
Cuando se encendió la luz de aire, ella ya estaba lista para comenzar. El recinto se fue llenando con su voz cálida y calma. Mi ansiedad retrocedió hasta desaparecer. La miraba y me sentía feliz, no es fácil tener un espacio en una de la más prestigiosas radios de la ciudad. No es época de abundancia y conseguir auspiciantes para un programa diario de cuatro horas, resulta tarea de titanes. Los que hemos sabido de su esfuerzo y perseverancia durante los meses anteriores a junio, nos sentimos dichosos de verla cumplir su sueño.

Ya estábamos en casa, entre amarguitos y buena charla. Sólo cuando vi al productor desde su cabina, anunciando llamado al aire, tomé conciencia de que nuestra conversación trascendía las paredes del estudio mayor de LT8, traspasaba los límites de la ciudad y de la provincia. Es una pena, que esa madrugada hubiera un fallo y no se transmitiera el programa online, si no - y me consta - se hubiese extendido más allá del Atlántico. Llegaban mensajes desde toda el área de cobertura de la emisora. Los oyentes comentaban, leían sus poemas y relatos, expresándole afecto y admiración.

NERINA DIALOGANDO CON LA AUDIENCIA, MATECITO EN MANO

Fuimos presentados sus invitados de esa noche, mientras compartíamos una amena charla. Nicolás, editor y vendedor de libros; Ricardo, docente y artista plástico, bailarín de flamenco; y yo, Maracuyá, blogger. Ésa era la idea de mi presencia ahí, difundir qué es un blog y comentar la increíble experiencia de los que participamos en esta red de amigos, conociéndonos a través de nuestros espacios de múltiples temáticas y creando lazos insospechados. Me sorprendió la enorme cantidad de gente que no tiene idea de que este medio de comunicación existe. Para los que estamos sumergidos en este mundo, para ustedes y para mí tan sabido, parece algo corriente; sin embargo no lo es.


LUNES 15 DE JUNIO, 3:38 DE LA MADRUGADA.
NERINA, TOMÁNDOSE UN RESPIRO. MIGUEL, EL PRODUCTOR, FOTOGRAFIANDO HASTA LOS SUSPIROS. MARACUYÁ, TOTALMENTE DISTENDIDA.


Y así, naturalmente, sin presiones los temas derivaron a otros asuntos. El desinterés de los jóvenes por la lectura, la crisis en la educación, los valores, el rol de la escuela y la familia; lo difícil que es, para los artistas de cualquier especialidad, vivir de su arte, sin tener otra ocupación que le genere un ingreso estable. Una charla de amigos, relajados y sonrientes a la que se sumaron la locutora y la audiencia.

En la última hora, llegó el momento de emocionarme. Ya había leído dos textos cuando Nerina me invitó a leer el tercero, seleccioné Vísperas desconsoladas. Al llegar al último párrafo intenté no quebrarme, tratando de disimular un nudo en la garganta, con los ojos nublados por eso que no acaba de doler. Entonces comenzaron los llamados, unos al aire, otros en privado. Es muy fuerte escuchar a una mamá de ochenta y tres años, decir que desde el comienzo de la lectura comprendió de qué se trataba, que ya dejó de esperar ese llamado en la puerta y ese abrazo tan deseado. Es muy fuerte haber despertado recuerdos de detenidos, torturados y de quienes vivieron perseguidos, encubiertos y callados durante aquellos oscuros años de mi país.
Amigos, no he podido dejar de contarles esto último, porque ha sido una experiencia única y conmovedora, que nunca olvidaré. Nerina ha hecho posible que la viviera. Le doy las gracias por la magia de esa noche en la que el tiempo voló, no por su brevedad, como ya se lo he dicho en un comentario, voló y nos llevó deslizándose por la vida misma, para decirlo con sus palabras.

Nerina, te deseo todo el éxito del mundo, aunque ya lo tenés, porque te lo merecés por tu entusiasmo, por la tenacidad, el respeto y la responsabilidad que ponés en tu proyecto; por todo el cariño que brindás a manos llenas y que tengo la fortuna de disfrutar.

A todos los que le quitaron horas al sueño, les agradezco con el alma. Con o sin éxito para sintonizar el programa, he percibido el abrazo.

Los invito a escuchar Compañeros de la Noche, con Nerina Thomas. En el lateral encontrarán el link. Entretanto, buscaremos ayuda para subir el programa del pasado lunes.

jueves, 4 de junio de 2009

Primera vez. II

BODEGÓN CON HIGOS
LUIS EUGENIO MELÉNDEZ - España


Continuación
II
- Pero mami, ¿por qué? No conozco a nadie. Si ya dijeron que pasaba.
- No. Tenés que ir a la escuela. Falta todavía un mes y no podés perderlo. Siempre hay mucho que aprender.

Aquella mañana se levantó sin ganas. Con ese malestar en el estómago, peor todavía que el de los higos calientes. No pudo saborear a gusto el mate cocido que tan rico preparaba la abuela, ni el pan casero untado con dulce de leche, una delicia que apreciaba como pocas.

Llegaron hasta la escuela caminando en silencio. Un silencio que se hacía todavía más pesado en medio del bullicio habitual de la hora de entrada. Afortunadamente no tuvo que ir a la fila, antes había que completar unos formularios en la Dirección. Pero el momento llegó; de la mano de su mamá, quien iba hablando animadamente con la Directora, se dirigieron al aula.
La señorita Emilia salió presurosa y le dio la bienvenida con una sonrisa. Estaba advertida de su llegada, porque la trató por su nombre sin habérselo preguntado.
Pronto supo de la curiosidad que, el hecho de estar ahí, causaba en los niños. Era “la nueva” y por si fuera poco llegaba desde la ciudad. Sintió cincuenta ojos ávidos, penetrantes, sobre su pequeña figura. Mientras su mirada abarcaba los listones encerados, que se le tornaron infinitos y movedizos, quiso esconderse entre las tablas impecablemente marcadas del guardapolvo, quiso cubrirse entre los bucles prolijamente armados. Pero ya la mano de la señorita Emilia la conducía al cuarto banco de la tercera fila, presentándola a sus nuevos compañeros.

Al rato, cuando todos trabajaban y ella se atrevió a mirar a su alrededor, lo vio. Estaba de espaldas en el primer banco de la fila contigua. Sí, era él. Tuvo una sensación de alivio, de confianza. Su amigo de las siestas estaba cerca, en la misma clase. Tocó el paquete de galletitas que la mamá le había puesto en el bolsillo, segura de que ya tenía con quien compartirlas.
En breve, esa certidumbre de protección se disipó. Cuando sonó la campana para el recreo, salieron y él no dio muestras de notar su presencia. Corrió con los otros chicos a jugar a las bolitas, entre las flores azules que el jacarandá derrochaba bajo su sombra.
Y ahí quedó ella, rodeada de niñas curiosas que le hacían mil preguntas, acariciando las galletitas que no salieron de su lugar. Ahí, sin comprender.

Ya no fue tan contenta esa tarde al terreno de atrás. La siesta se volvió aún más quieta en su sofocante soledad. Sin embargo a la hora habitual, él llegó; traía caramelos de leche para compartir.


Así se sucedieron los días. La escuela y la siesta eran dos mundos lejanos, dos escenarios muy distantes entre sí, con otros protagonistas. En uno se ignoraban totalmente; en el otro era la alegría de encontrarse compartiendo pasatiempos de niños. Ella se acostumbró y se prestó al juego. Sin preguntas ¿para qué?

Habían pasado dos semanas, desde su llegada a la escuela, sin cruzar una sola mirada. Entonces la señorita Emilia, después de un recreo donde cada uno jugó con sus amigos, completamente desinteresado del otro, dijo:
- Vamos a copiar una poesía.
Y con su envidiable y perfecta caligrafía, comenzó a escribir:


La Higuera
de Juana de Ibarbourou


Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras…



A estas alturas, mientras la tiza se deslizaba con firmes trazos sobre el pizarrón, ella se animó a mirar. Y se encontró con sus enormes ojos negros, bailándoles a los suyos una sonrisa.

Y fue la primera vez que supo de esa dulce complicidad, de esa mágica contemplación enlazando secretos. El primer instante en que tuvo esa maravillosa sensación, que durante el resto de su vida reconoció como una profecía, anunciándole que le volvía el amor.


Creo que continuará, pero no puedo prometerlo.
En mis Caramelos Surtidos, la poesía La Higuera, completa. Y más de Juana.