jueves, 30 de octubre de 2008

Por qué llego tarde en octubre y la URL

Ahora que los ceibos están en flor y su sangre se derrama por las veredas de la ciudad, vuelvo a comprobar que algunas fantasías de mi infancia han quedado tan grabadas en mis emociones que me cuesta distinguirlas de la realidad.
Recuerdo que sí…sí, fue el abuelo quien me contó por primera vez la leyenda de Anahí. Y fue en el parque Alem, y seguro, en octubre.
Se sabe que la imaginación de los niños puede hacerlo todo, pero ¿qué me dicen del estímulo? El abuelo narraba de esa forma que te lleva sin esfuerzo por los caminos mágicos de la fantasías.

Nos sentábamos en las raíces del viejo ombú y, lentamente, el parque se animaba. Las golondrinas llegaban con su abultado diario de viajes e intercambiaban historias con los árboles centenarios; éstos son muy sabios, durante siglos han escuchado lo que abuelos y niños se contaban. En el borde de la fuente escuché al agua del río marrón, que veíamos al otro lado de la calle, diciéndome cómo llegaba cristalina a la boca de los sapos.
Las flores casi no recordaban nada, efímeras y vanidosas, estaban siempre entretenidas dejándose seducir por el aberrojo y su promesa de inmortalidad.
Pero hubo una flor que me atrajo muchísimo, una flor carmesí, firme, fuerte, unida en racimo con las hermanas de su raza guaraní. Una flor que me contó de Anahí. Sí, únicamente el abuelo puede haber hecho que el propio ceibo me contara la leyenda de Anahí. Escuchada y desmenuzada mil veces en la escuela, con esa manía que tiene la escuela de ir hasta el esqueleto de las historias, morfología, ortografía, sintaxis, la leyenda del ceibo jamás deshizo su embrujo en mí.
Soy obsesivamente puntual, sin embargo en octubre es casi seguro que llegue tarde a muchas citas. Es que hay cientos de ceibos en mi ciudad y es más fuerte que yo, cuando paso frente a uno tengo que detenerme, sentir su corteza, mirar detenidamente las gotas de sangre arracimadas, quedarme un rato escuchando la cautivante voz de Anahí. La dejo que me cuente que la valentía y la fuerza que ponemos en defender los ideales nos trasciende, alguien se sentará bajo su sombra en el futuro.

Juro que no te busqué. No me acuerdo de haberte tecleado ni elegido en el momento que creé el blog. La elección debo haberla hecho aquella mañana en el parque. Juro que cuando miré la barra de direcciones ya te habías instalado...y dice mi fantasía que solito te acomodaste ahí, y que fue para que todos sepan que nos pertenecemos.


Ah...las flores de la foto son del ceibo de mi vereda.

9 comentarios:

Marysol Salval dijo...

Me ha encantado esta manera tuya de contar tus recuerdos y de hablarnos de la magia de los ceibos. Yo también escucho al árbol, con su voz elocuente y sabia.
Muy hermoso, querida Mara, un placer leerte.

lisebe dijo...

escuchar a la naturaleza es un don que no todo el mundo posee.
Los ceibos son especiales como tú Mara, y dichosos de tener tan gran admiradora.

No puedo hacer muchos comentarios por mi trabajo pero no he podido retenerme de hacerlo.

Un fort petó per tú i la teva saviesa.

maracuyá dijo...

Marysol, Lisebe...si no aprendemos a escuchar a la naturaleza difícilmente podamos entender que formamos parte de su creación maravillosa, la vida.
Gracias a las dos por venir y mimarme.
Besitos

Juan Antonio dijo...

Mar y Cuya

Linda, hermosa, entrañable.

Hermosos recuerdos que aún perduran en tu memoria.

Me ha encantado, espero seguir leyendo más historias de tu niñez.

Un afectuoso abrazo.

Juan Antonio

maracuyá dijo...

gracias Juan,
seguro que vas a seguir encontrando por acá a mucha maracuyá niña, sin nostalgia ni añoranza, pero con el reconocimiento de que fue un lugar
precioso.
Un beso

gamar dijo...

Yo vivía en el bosque muy contento... no perdon, estaba cantando.
Yo vivía en Buenos Aires, donde proliferan , además de la gente, los ceibos con facilidad. En mi cuadra hay muchos y quise traerme para la pampa uno pero el clima le resulta muy difícil. No voy a claudicar, buscaré un rincón protegido donde las heladas lo perdonen y espero algún dia sentarme a su sombra a escuchar lo que tenga que decirme.
PD: cuando sea millonario voy a contratarte para que escribas mis historias.

maracuyá dijo...

jajaja, entonces me quedaré sin contrato. Te olvidaste que ya confesaste tu profesión? Tu ceibo crecerá, cómo no? Y te dirá todo lo que estés dispuesto a escuchar, te contará de la gente que pasó por tu veredita porteña, de los días que en que te vio acercarte a cuidarlo...y no te engañará como mi shinystat, no es la pampa mi destino esta vez, pero buscando a Neruda tal vez pase y cuando vea un ceibo me acordaré de vos. No claudiques, después me lo tenés que contar y yo te prometo de Isla Negra sí?. Un beso

borraeso dijo...

mara, cada nuevo capítulo es un regalo que nos haces...
Eres una escritora nata, capaz de hacer cualquier historia mágica: te imagino dando clases de matemáticas haciendo de los números una poesía y yo, hechizada...

Se dice que el ceibo ganó al jacarandá y a la pasionaria al erigirse como flor nacional... y que su belleza despertó la envidia de otras naciones, por lo que también se la puede ver por aquí...

Un beso.

maracuyá dijo...

Borraeso...sabes que ya no doy clases, mi función en la escuela es otra ahora...pero recorro las aulas, y no pierdo el contacto con los niños. Pero claro que siempre he pensado que la matemática es poética y mágica. Y así, como me pasó un día con una profe que me hizo amarla, así...he intentado pasar ese entusiasmo a los chicos. Y con algunos lo he logrado...

Gracias por venir...

Un cariño muy grande y sentido para vos.